Me acerco a todos vosotros esta
mañana a través de este mensaje para transmitiros, con singular emoción, una
importante decisión y las razones que me mueven a tomarla.
En
mi proclamación como Rey, hace ya cerca de cuatro décadas, asumí el firme
compromiso de servir a los intereses generales de España, con el afán de que
llegaran a ser los ciudadanos los protagonistas de su propio destino y nuestra
Nación una democracia moderna, plenamente integrada en Europa.
Me
propuse encabezar entonces la ilusionante tarea nacional que permitió a los
ciudadanos elegir a sus legítimos representantes y llevar a cabo esa gran y
positiva transformación de España que tanto necesitábamos.
Hoy,
cuando vuelvo atrás la mirada, no puedo sino sentir orgullo y gratitud hacia
vosotros.
Orgullo,
por lo mucho y bueno que entre todos hemos conseguido en estos años.
Y
gratitud, por el apoyo que me habéis dado para hacer de mi reinado, iniciado en
plena juventud y en momentos de grandes incertidumbres y dificultades, un largo
período de paz, libertad, estabilidad y progreso.
Fiel
al anhelo político de mi padre, el Conde de Barcelona, de quien heredé el
legado histórico de la monarquía española, he querido ser Rey de todos los
españoles. Me he sentido identificado y comprometido con vuestras aspiraciones,
he gozado con vuestros éxitos y he sufrido cuando el dolor o la frustración os
han embargado.
La
larga y profunda crisis económica que padecemos ha dejado serias cicatrices en
el tejido social pero también nos está señalando un camino de futuro cargado de
esperanza.
Estos
difíciles años nos han permitido hacer un balance autocrítico de nuestros
errores y de nuestras limitaciones como sociedad.
Y,
como contrapeso, también han reavivado la conciencia orgullosa de lo que hemos
sabido y sabemos hacer y de lo que hemos sido y somos: una gran nación.
Todo
ello ha despertado en nosotros un impulso de renovación, de superación, de
corregir errores y abrir camino a un futuro decididamente mejor.
En
la forja de ese futuro, una nueva generación reclama con justa causa el papel
protagonista, el mismo que correspondió en una coyuntura crucial de nuestra
historia a la generación a la que yo pertenezco.
Hoy
merece pasar a la primera línea una generación más joven, con nuevas energías,
decidida a emprender con determinación las transformaciones y reformas que la
coyuntura actual está demandando y a afrontar con renovada intensidad y
dedicación los desafíos del mañana.
Mi
única ambición ha sido y seguirá siendo siempre contribuir a lograr el
bienestar y el progreso en libertad de todos los españoles.
Quiero
lo mejor para España, a la que he dedicado mi vida entera y a cuyo servicio he
puesto todas mis capacidades, mi ilusión y mi trabajo.
Mi
hijo Felipe, heredero de la Corona, encarna la estabilidad, que es seña de
identidad de la institución monárquica.
Cuando
el pasado enero cumplí setenta y seis años consideré llegado el momento de
preparar en unos meses el relevo para dejar paso a quien se encuentra en
inmejorables condiciones de asegurar esa estabilidad.
El
Príncipe de Asturias tiene la madurez, la preparación y el sentido de la
responsabilidad necesarios para asumir con plenas garantías la Jefatura del
Estado y abrir una nueva etapa de esperanza en la que se combinen la
experiencia adquirida y el impulso de una nueva generación. Contará para ello,
estoy seguro, con el apoyo que siempre tendrá de la Princesa Letizia.
Por
todo ello, guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los
españoles y una vez recuperado tanto físicamente como en mi actividad
institucional, he decidido poner fin a mi reinado y abdicar la Corona de
España, de manera que por el Gobierno y las Cortes Generales se provea a la
efectividad de la sucesión conforme a las previsiones constitucionales.
Así
acabo de comunicárselo oficialmente esta mañana al Presidente del Gobierno.
Deseo
expresar mi gratitud al pueblo español, a todas las personas que han encarnado
los poderes y las instituciones del Estado durante mi reinado y a cuantos me
han ayudado con generosidad y lealtad a cumplir mis funciones.
Y
mi gratitud a la Reina, cuya colaboración y generoso apoyo no me han faltado
nunca.
Guardo
y guardaré siempre a España en lo más hondo de mi corazón.
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